Gerardo Halpern, sociólogo argentino, con un doctorado en la Universidad de Buenos Aires. Es un gran conocedor de la colectividad paraguaya en su país. Autor de libro “Etnicidad, inmigración y política. Representaciones y cultura política de exiliados paraguayos en Argentina”, nos habla en esta entrevista de la incidencia política que pueden tener alguna vez los migrantes.
–¿Por qué crees que el tema de la migración que tiene un impacto económico evidente en la sociedad paraguaya no la tiene desde el punto de vista político?
–Paraguay históricamente lo que hizo fue construir una relación con la migración fundada en la idea de traición a la Patria. Sobre todo respecto de la migración paraguaya en la Argentina. De todos modos, explicar la lógica del Estado paraguayo en esto es complicado, porque si lo pensás desde una sociología ortodoxa, tendríamos que decir que el Estado paraguayo es esquizofrénico, porque sanciona lo que produce y sanciona lo que lo beneficia. Sin embargo, el Estado paraguayo construyó una demonización del proceso migratorio en la Argentina, sobre todo en la época del estronismo por la cual al migrante paraguayo se lo construyó como un traidor, como un curepizado, se lo construyó como alguien que se iba del Paraguay porque no quería al Paraguay, lo cual obligó al Estado paraguayo a generar mayores distancias aún y eso se consolidó como una tradición, que vos la podés verificar si recorrés el Paraguay. Sobre todo el Paraguay del interior, por lo menos lo que yo recorrí, donde la visión de la migración es bastante negativa. Hay una visión casi de extranjerizar aún más al migrante paraguayo que se ha ido del Paraguay, y eso es un peso cultural muy fuerte que hay sobre este migrante.
–A pesar de la importancia de las remesas que envían...
–Claro, entre otras cosas, porque la remesa no es una inversión en términos planificados. La remesa es una relación directa del remesante con su familia. Eso forma parte de una discusión mucho más grande con los organismos internacionales, que quieren hacer planificación de las remesas y en realidad las remesas forman parte de un ingreso monetario directo sobre las familias. No hay inversión producto de las remesas. Por lo menos planificable, en el caso del Paraguay. Si las hay en México y los Estados Unidos, pero no es el caso.
–Dijiste que el Estado promovió la inmigración, ¿Cómo?
–El Estado paraguayo históricamente vio a la migración como algo negativo por más que simultáneamente la promovió. De todos modos hay ahí una cosa para aclarar, que es que ninguna política pública regula las inmigración o emigración. Lo que vos podés hacer es forzar la salida, producto de relaciones económicas, pero no podés impedir la salida. Del mismo modo que no existe política inmigratoria que neutralice la entrada de migrantes. En ese sentido, se sostiene la lógica de que un Estado pueda tener una visión negativa sobre la migración y a la vez potenciar el proceso emigratorio, como es el caso de Paraguay. No necesariamente se verifica ahí una contradicción. Insisto, si lo mirás desde la sociología clásica, es absolutamente contradictorio.
–En los últimos tiempos, por los cambios políticos que hubo en el Paraguay, hay un cambio, un acercamiento, un intento de revertir esa situación. ¿Tiene posibilidades de éxito o va a depender del escenario político que se vaya dando en el país?
–Me quedo con esa segunda opción. Y a eso te incorporo que por más voluntad política que le ponga a un proceso de retorno, sin transformación estructural de la economía del Paraguay, no hay retorno posible. Casi que te diría que como política de Estado ni siquiera se si la orientación debería ser el retorno. Me parece que el Paraguay debería tener que fortalecer políticas inclusivas de los paraguayos que están en el Paraguay.
–¿Crees que se está haciendo eso?
–Lamentablemente, no es lo que se verifica en las políticas actuales. Más allá de las intenciones buenas o malas que pueda tener el actual gobierno de Lugo, lo cierto es que Paraguay crece en desigualdad. Su crecimiento en el orden del 10% en el periodo 2009/10 no ha repercutido sobre políticas inclusivas. Mantiene el proceso emigratorio, con lo cual, dudo que el Paraguay pueda generar políticas de retorno masivo.
–¿Cómo se podrían generar?
– Ni siquiera sé si eso les resultará conveniente. No creo que la orientación política del Paraguay pueda desarrollar políticas de retorno, entre otras cosas porque gran parte de los migrantes se van asentando en el lugar de destino. Es posible que una política de retorno pueda auspiciar el retorno de cierto grupo, pero generalmente, en su mayoría, los migrantes no dependen de las políticas públicas para el retorno. En todo caso, las políticas públicas han de servir para garantizar el derecho a no migrar. Hoy, el Paraguay no garantiza el derecho a no migrar. Creo que el factor clave está ahí. No lo imagino, de todos modos. En el gobierno de Lugo no se han desarrollado políticas o por lo menos no ha habido políticas que hayan penetrado de manera significativa en una orientación de retorno. Creo que la imposibilidad de reforma agraria, la ausencia de proceso de industrialización, la debilidad política del actual gobierno lo que genera es más bien una permanente expectativa ante una endeble política muy grande. O sea, son dos factores de muy fuerte imposibilidad para el retorno: endebles políticas e indeterminación de políticas. No tenés factor de política de retorno con esas dos variables.
–¿Los migrantes paraguayos pueden tener más éxito en modificar las condiciones de su permanencia en la Argentina antes que pensar en el retorno?
–No necesariamente. La demanda de los paraguayos de participar de los procesos electorales y recuperar su ciudadanía plena en el Paraguay expresa una voluntad de intervenir sobre la cosa pública que los obligó a tener que irse. En ese sentido, te diría que la participación política de los paraguayos fuera de Paraguay sería en uno de esos niveles. Una reparación simbólica para poder transformar potencialmente las condiciones estructurales que los obligó a tener que irse. Lo que no quita que los paraguayos tengan que asumir progresivamente una mayor intervención pública en el lugar de destino.
–¿Podrán tener alguna vez representación política los migrantes en el Parlamento?
–Lo que pasa es que ahí la disputa que tenés es cómo se construye en Paraguay ciudadanía. Yo creo que Paraguay tiene un debate sumamente pendiente que es su proceso de construcción de ciudadanía. La sensación que tengo es que Paraguay construye ciudadanía sin apostar a una construcción democrática. Sin una ampliación del concepto de ciudadanía. ¿Si es viable políticamente? Sí, de hecho está en debate en este momento en el Congreso y ha de someterse a referéndum. Así lo dispone el Congreso de la Nación, el artículo 120 de la Constitución y la Justicia Electoral. Creo que una prueba de fuego está en el referéndum que tendría que salir después de eso, por lo que dispone la Constitución en el artículo 289. Ese referéndum debería obligar a la ciudadanía en el Paraguay a una discusión muy fuerte sobre la cuestión migratoria y su relación con la esfera pública política del paraguaya.
–¿Es viable, entonces?
–Sí, lo veo viable. Lo veo complejo porque la experiencia uruguaya es un cachetazo, producto de la derrota en el referéndum del año pasado (caso revisión de crímenes de la dictadura). Pero la experiencia boliviana es una experiencia saludable, dos años atrás. Pero, ¿cuales serían las disputas? Si así lo dispusiera el Congreso paraguayo, sería una disputa cultural muy interesante para ver cuan viable, o no, es eso. También depende mucho del laburo de hormiga que hagan tanto los migrantes como las organizaciones que hay en el Paraguay y que bregan por ampliar el concepto de ciudadanía del Paraguay.
“Paraguay debería tener que fortalecer políticas inclusivas de los paraguayos que están en el Paraguay” Fuente ABC.Color
–¿Por qué crees que el tema de la migración que tiene un impacto económico evidente en la sociedad paraguaya no la tiene desde el punto de vista político?
–Paraguay históricamente lo que hizo fue construir una relación con la migración fundada en la idea de traición a la Patria. Sobre todo respecto de la migración paraguaya en la Argentina. De todos modos, explicar la lógica del Estado paraguayo en esto es complicado, porque si lo pensás desde una sociología ortodoxa, tendríamos que decir que el Estado paraguayo es esquizofrénico, porque sanciona lo que produce y sanciona lo que lo beneficia. Sin embargo, el Estado paraguayo construyó una demonización del proceso migratorio en la Argentina, sobre todo en la época del estronismo por la cual al migrante paraguayo se lo construyó como un traidor, como un curepizado, se lo construyó como alguien que se iba del Paraguay porque no quería al Paraguay, lo cual obligó al Estado paraguayo a generar mayores distancias aún y eso se consolidó como una tradición, que vos la podés verificar si recorrés el Paraguay. Sobre todo el Paraguay del interior, por lo menos lo que yo recorrí, donde la visión de la migración es bastante negativa. Hay una visión casi de extranjerizar aún más al migrante paraguayo que se ha ido del Paraguay, y eso es un peso cultural muy fuerte que hay sobre este migrante.
–A pesar de la importancia de las remesas que envían...
–Claro, entre otras cosas, porque la remesa no es una inversión en términos planificados. La remesa es una relación directa del remesante con su familia. Eso forma parte de una discusión mucho más grande con los organismos internacionales, que quieren hacer planificación de las remesas y en realidad las remesas forman parte de un ingreso monetario directo sobre las familias. No hay inversión producto de las remesas. Por lo menos planificable, en el caso del Paraguay. Si las hay en México y los Estados Unidos, pero no es el caso.
–Dijiste que el Estado promovió la inmigración, ¿Cómo?
–El Estado paraguayo históricamente vio a la migración como algo negativo por más que simultáneamente la promovió. De todos modos hay ahí una cosa para aclarar, que es que ninguna política pública regula las inmigración o emigración. Lo que vos podés hacer es forzar la salida, producto de relaciones económicas, pero no podés impedir la salida. Del mismo modo que no existe política inmigratoria que neutralice la entrada de migrantes. En ese sentido, se sostiene la lógica de que un Estado pueda tener una visión negativa sobre la migración y a la vez potenciar el proceso emigratorio, como es el caso de Paraguay. No necesariamente se verifica ahí una contradicción. Insisto, si lo mirás desde la sociología clásica, es absolutamente contradictorio.
–En los últimos tiempos, por los cambios políticos que hubo en el Paraguay, hay un cambio, un acercamiento, un intento de revertir esa situación. ¿Tiene posibilidades de éxito o va a depender del escenario político que se vaya dando en el país?
–Me quedo con esa segunda opción. Y a eso te incorporo que por más voluntad política que le ponga a un proceso de retorno, sin transformación estructural de la economía del Paraguay, no hay retorno posible. Casi que te diría que como política de Estado ni siquiera se si la orientación debería ser el retorno. Me parece que el Paraguay debería tener que fortalecer políticas inclusivas de los paraguayos que están en el Paraguay.
–¿Crees que se está haciendo eso?
–Lamentablemente, no es lo que se verifica en las políticas actuales. Más allá de las intenciones buenas o malas que pueda tener el actual gobierno de Lugo, lo cierto es que Paraguay crece en desigualdad. Su crecimiento en el orden del 10% en el periodo 2009/10 no ha repercutido sobre políticas inclusivas. Mantiene el proceso emigratorio, con lo cual, dudo que el Paraguay pueda generar políticas de retorno masivo.
–¿Cómo se podrían generar?
– Ni siquiera sé si eso les resultará conveniente. No creo que la orientación política del Paraguay pueda desarrollar políticas de retorno, entre otras cosas porque gran parte de los migrantes se van asentando en el lugar de destino. Es posible que una política de retorno pueda auspiciar el retorno de cierto grupo, pero generalmente, en su mayoría, los migrantes no dependen de las políticas públicas para el retorno. En todo caso, las políticas públicas han de servir para garantizar el derecho a no migrar. Hoy, el Paraguay no garantiza el derecho a no migrar. Creo que el factor clave está ahí. No lo imagino, de todos modos. En el gobierno de Lugo no se han desarrollado políticas o por lo menos no ha habido políticas que hayan penetrado de manera significativa en una orientación de retorno. Creo que la imposibilidad de reforma agraria, la ausencia de proceso de industrialización, la debilidad política del actual gobierno lo que genera es más bien una permanente expectativa ante una endeble política muy grande. O sea, son dos factores de muy fuerte imposibilidad para el retorno: endebles políticas e indeterminación de políticas. No tenés factor de política de retorno con esas dos variables.
–¿Los migrantes paraguayos pueden tener más éxito en modificar las condiciones de su permanencia en la Argentina antes que pensar en el retorno?
–No necesariamente. La demanda de los paraguayos de participar de los procesos electorales y recuperar su ciudadanía plena en el Paraguay expresa una voluntad de intervenir sobre la cosa pública que los obligó a tener que irse. En ese sentido, te diría que la participación política de los paraguayos fuera de Paraguay sería en uno de esos niveles. Una reparación simbólica para poder transformar potencialmente las condiciones estructurales que los obligó a tener que irse. Lo que no quita que los paraguayos tengan que asumir progresivamente una mayor intervención pública en el lugar de destino.
–¿Podrán tener alguna vez representación política los migrantes en el Parlamento?
–Lo que pasa es que ahí la disputa que tenés es cómo se construye en Paraguay ciudadanía. Yo creo que Paraguay tiene un debate sumamente pendiente que es su proceso de construcción de ciudadanía. La sensación que tengo es que Paraguay construye ciudadanía sin apostar a una construcción democrática. Sin una ampliación del concepto de ciudadanía. ¿Si es viable políticamente? Sí, de hecho está en debate en este momento en el Congreso y ha de someterse a referéndum. Así lo dispone el Congreso de la Nación, el artículo 120 de la Constitución y la Justicia Electoral. Creo que una prueba de fuego está en el referéndum que tendría que salir después de eso, por lo que dispone la Constitución en el artículo 289. Ese referéndum debería obligar a la ciudadanía en el Paraguay a una discusión muy fuerte sobre la cuestión migratoria y su relación con la esfera pública política del paraguaya.
–¿Es viable, entonces?
–Sí, lo veo viable. Lo veo complejo porque la experiencia uruguaya es un cachetazo, producto de la derrota en el referéndum del año pasado (caso revisión de crímenes de la dictadura). Pero la experiencia boliviana es una experiencia saludable, dos años atrás. Pero, ¿cuales serían las disputas? Si así lo dispusiera el Congreso paraguayo, sería una disputa cultural muy interesante para ver cuan viable, o no, es eso. También depende mucho del laburo de hormiga que hagan tanto los migrantes como las organizaciones que hay en el Paraguay y que bregan por ampliar el concepto de ciudadanía del Paraguay.
“Paraguay debería tener que fortalecer políticas inclusivas de los paraguayos que están en el Paraguay” Fuente ABC.Color
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