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Prof. Dr. César Orué Paredes

Nacido en Benjamín Aceval, Chaco Paraguayo, el 31 de Marzo de 1940, es catedrático, narrador y periodista. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad del Salvador de Buenos Aires, post-grado en Ciencias de la Comunicación. Master en Ciencias de la Educación. Ex Becario de la Fundación “Friedric-Ebert-Stinftung”de Alemania, ejerció la docencia en instituciones educacionales de su país y del exterior.

Por Domingo Cabañas.

                                           Prof. Dr. César Orué Paredes

Autor de ensayos sobre la historia y la cultura de su patria. Dio conferencias, y editó el tratado Aproximaciones a la Filosofía. Critico de arte y analista cultural, colaborador permanente del diario La Prensa de Buenos Aires. Fue por varios años corresponsal de los diarios Hoy y La Tarde y en estos momentos cumple igual función en Ultima Hora de Asunción del Paraguay.

Sus artículos, reseñas y notas aparecieron en revistas literarias y periódicos de diversos países. Hombre de radio, condujo programas culturales en importantes emisoras bonaerenses y latinoamericanas. En la actualidad enseña cursos de Locución, TV, Oratoria y técnica periodísticas en el Centro de Comunicaciones y Cultura de la capital paraguaya y en la Casa Paraguaya de Buenos Aires.

Pluma ágil y amena, dedicado a la narrativa autóctona, sus primeros cuentos vieron la luz simultáneamente en la prensa porteña y asunceñas. Pronto aparecerá su libro Cuarenta Años Después, titulo que integra la saga de sus memorias y ficciones.

Entres sus Libros destacadas aparecen. El Angelote, El Beso Prohibido, Beppo el Gato Fantástico, Otras Alas; Otros Vuelos, Alfareros del Sueño. La Guitarra y su Genio Agustín Pió Barrios “Mangore” (Manuel José Aracri). Autor del Prólogo e introducción, y responsable de la edición del libro por el Profesor César Orué Paredes entre otras obras destacadas.

Un artículo de César Orué Paredes.
  
Borges y Sábato opinan sobre la obra de José Asunción Flores

En la misma revista dedicada al centenario de José Asunción Flores, un artículo de César Orué Paredes recoge una curiosa opinión de Jorge Luis Borges sobre la música de flores.


“Siento mucho afecto por la música pero no tengo buen oído musical -decía el escritor argentino-. Me gustan los tantos y las milongas. Y compuse "Milonga para Albornoz” con música de José Basso. En realidad, es un tango-milonga donde relato en versos la muerte del cuchillero Alejo Albornoz. Lo mataron en los bajos de Retiro, de tres puñaladas. Qué paradoja, ¿no?”.

Luego de una pausa, Borges siguió diciendo: “Fanny, mi ama de llaves, escucha siempre grabaciones de polcas, guaranias y chamamé. Ella es correntina y habla bien el guaraní, y gracias a su enseñanza aprendí algo de ese idioma. 

Hace poco me hizo escuchar ‘India’ y ‘Mburicao’, melodías de rara belleza que me permito compararlas con algunas composiciones impresionistas de Debussy. Por lo que usted me dice, es una pena que Flores no haya vivido su exilio en París, quizá otro hubiera sido el destino de sus obras”.

La memoria de sus creadores

Por su parte, el escritor Ernesto Sábato señala: “Una gran nación, por encima de banderías políticas, debe ser capaz de honrar la memoria de los espíritus que la enriquecieron con su creación. El Paraguay lo es: por la reciedumbre de su carácter, por el indomable coraje con que en horas aciagas defendió su dignidad en una guerra injusta, por su estoicismo en el infortunio y la pobreza. 


Porque pienso que formamos una Patria Grande, tal como Bolívar y San Martín y Martí audazmente lo sostuvieron, me siento en el derecho de pedir que los restos de José Asunción Flores descansen por fin en la tierra que honró con su arte. 

No porque aquí no se lo quiera -cuando su inhumación en el cementerio porteño, todos, con los ojos que se llenaron de lágrimas espontáneamente, comenzaron a cantar una de sus canciones imborrables - sino porque es justo y digno y generoso que sus huesos vuelvan a la tierra que lo vio nacer, crecer, amar, sufrir y crear”.

“No comparto su posición política que ocasionó su destierro, pero estoy cierto de que si profesó ciertas ilusiones fue por sus virtudes y no por sus defectos: por su amor al pueblo, a los humildes, por su ferviente deseo de justicia social, por su idealismo. Quiera el nobilísimo pueblo paraguayo superar desencuentros y recibir en su seno lo que queda de su parte mortal”. 





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