Lo
que sucedió en Paraguay no es un golpe de estado. Si vamos a denominar golpe de
estado al hecho de que el Congreso paraguayo, siguiendo lo estipulado por la Constitución de esa
república soberana de América del Sur, haya destituido al presidente Fernando
Lugo, serían poco menos que inexistentes o escandalosa minoría los gobiernos
que podrían ostentar una inimputable legitimidad en todo nuestro continente.
Presidente del Paraguay Federico Franco.
Fuente Radio Mitre
En realidad pasó otra cosa.
Necesito, de alguna manera, referirme a los hechos fácticos aunque esa
expresión parezca reiteración o redundancia. Hablo de los hechos comprobables.
El 20 de abril de 2008 la
Alianza Patriótica para el Cambio llevó a Fernando Lugo, que
había sido obispo de la
Iglesia Católica paraguaya, a la presidencia, poniendo fin a
61 años de hegemonía del Partido Colorado.
Esas elecciones le dieron a la Alianza Patriótica
para el Cambio, cuya fórmula era Fernando Lugo–Federico Franco, 766.500 votos
contra 530.000 del Partido Colorado, y 379.000 del partido de Lino Oviedo, la UNACE. Lo interesante,
para ver como se organizó el poder político paraguayo, es que el 66% de los
votos obtenidos por la
Alianza Patriótica para el Cambio provenían del Partido
Liberal Radical Auténtico (PLRA), el partido del vicepresidente Franco.
De modo que 507.000 del total de
766.500 votos fueron logrados por los aliados de Lugo. Esa alianza se rompió.
Franco, que asumió días pasado, es
un médico de 49 años. Las elecciones deben celebrarse dentro de solo diez
meses, el 23 de abril de 2013.
Pasó algo que, de alguna manera colmó la paciencia de muchos sectores democráticos paraguayos. Por de pronto, Lugo carecía de partido y de estructura, y estaba apoyado, fundamentalmente, en el grupo de gente que lo acompañó durante su tránsito por el movimiento de “Teología de la Liberación”.
Pasó algo que, de alguna manera colmó la paciencia de muchos sectores democráticos paraguayos. Por de pronto, Lugo carecía de partido y de estructura, y estaba apoyado, fundamentalmente, en el grupo de gente que lo acompañó durante su tránsito por el movimiento de “Teología de la Liberación”.
No le habían hecho mucho impacto las
acusaciones iniciales y luego la demostración de haber procreado dos hijos que
no había reconocido. Pero eso hablaba mucho de su carácter. Revelaba que este
obispo de la Iglesia
Católica, ostensiblemente célibe, una vez presidente fuera
denunciado como un padre que no reconoce a sus hijos. Además de los ya dos que
tuvo que reconocer, hay dos causas más de paternidad no reconocida que están
todavía en trámite.
Pero lo más importante sucedió el pasado 15 de junio, hace dos semanas con la matanza que se desarrolló a 350 kilómetros al norte de Asunción, en la frontera con Brasil donde seis policías fueron fusilados y once campesinos fueron masacrados.
¿Por qué se habla ahora de golpe de estado? ¿Por qué hablan presidentes como Cristina Fernández, Hugo Chavez y Rafael Correa de golpe de estado? Inclusive hasta Dilma Rousseff, si no usado esos términos, de alguna manera cuestiona este juicio político a Lugo. En rigor de verdad, si queremos ser perfectamente fieles a los hechos, a Lugo lo depuso el Congreso de su país, no salieron unidades militares a la calle para derrocarlo.
El golpe de estado como lo hemos conocido entre los años ’50 y ‘80 inclusive es una ocupación ilegal del poder, una confiscación del poder político democrático implementada normalmente por fuerzas militares con apoyo civil. Acá no ha habido fuerzas militares, a tal punto que Fernando Lugo ha aceptado la decisión y se considera ex mandatario.
Pero lo más importante sucedió el pasado 15 de junio, hace dos semanas con la matanza que se desarrolló a 350 kilómetros al norte de Asunción, en la frontera con Brasil donde seis policías fueron fusilados y once campesinos fueron masacrados.
¿Por qué se habla ahora de golpe de estado? ¿Por qué hablan presidentes como Cristina Fernández, Hugo Chavez y Rafael Correa de golpe de estado? Inclusive hasta Dilma Rousseff, si no usado esos términos, de alguna manera cuestiona este juicio político a Lugo. En rigor de verdad, si queremos ser perfectamente fieles a los hechos, a Lugo lo depuso el Congreso de su país, no salieron unidades militares a la calle para derrocarlo.
El golpe de estado como lo hemos conocido entre los años ’50 y ‘80 inclusive es una ocupación ilegal del poder, una confiscación del poder político democrático implementada normalmente por fuerzas militares con apoyo civil. Acá no ha habido fuerzas militares, a tal punto que Fernando Lugo ha aceptado la decisión y se considera ex mandatario.
No llamó a la rebelión, no llamó a
la resistencia, no cuestionó el mecanismo dijo que había sido un proceso
sumarísimo y que no le dieron suficiente tiempo de defenderse, pero lo cierto
es que el propio presidente depuesto por juicio político no se defendió de esa
situación. Carecía de fuerza propia. No salieron más de 6.000 personas a las
calles de Asunción para reclamar por la permanencia de Lugo y tampoco hubo
resistencia en ninguna parte del país.
Sucede que la palabra “golpe” y la manipulación demagógica que se hace, sobre todo en Caracas, Quito, La Paz y en la Casa Rosada pretende encabalgarse al concepto de ilegitimidad, pretendiendo asociarse esos gobiernos con una transparente vocación democrática.
Sucede que la palabra “golpe” y la manipulación demagógica que se hace, sobre todo en Caracas, Quito, La Paz y en la Casa Rosada pretende encabalgarse al concepto de ilegitimidad, pretendiendo asociarse esos gobiernos con una transparente vocación democrática.
En ese sentido, la presidente
argentina Cristina Fernández se identifica, asocia y homogeneíza con Hugo
Chávez Frías, con Evo Morales (que acaba de recibir a Mahmud Ahmadineyad, el
presidente de la
República Islámica de Irán, el hombre que dice que en su país
no hay homosexuales y no los puede haber y que, además, Israel directamente no
tiene derecho a existir). Esos son los parámetros, los paradigmas y los modelos
en cuyo marco se siente cómoda la presidente argentina.
¿Que el juicio político al presidente Lugo de Paraguay podría haber sido un poco más extenso? Probablemente. No tengo conocimiento detallado de la crisis paraguaya, pero la pretensión de las naciones de UNASUR de querer darle lecciones de legitimidad democrática a los paraguayos, el país que más ha sufrido, precisamente por la rapacidad de Brasil y la Argentina en el siglo XIX, es absolutamente insustentable. Me niego a convalidarla.
Los gobiernos de la Argentina, Brasil, Venezuela y Ecuador no tienen ninguna legitimidad ni coherencia para pedirle cuentas de democracia a la nación paraguaya. Si la sociedad paraguaya considera que se ha actuado conforme a la ley, y así ha sido, no es un golpe de estado.
¿Que el juicio político al presidente Lugo de Paraguay podría haber sido un poco más extenso? Probablemente. No tengo conocimiento detallado de la crisis paraguaya, pero la pretensión de las naciones de UNASUR de querer darle lecciones de legitimidad democrática a los paraguayos, el país que más ha sufrido, precisamente por la rapacidad de Brasil y la Argentina en el siglo XIX, es absolutamente insustentable. Me niego a convalidarla.
Los gobiernos de la Argentina, Brasil, Venezuela y Ecuador no tienen ninguna legitimidad ni coherencia para pedirle cuentas de democracia a la nación paraguaya. Si la sociedad paraguaya considera que se ha actuado conforme a la ley, y así ha sido, no es un golpe de estado.
El curso de los acontecimientos debe
seguir y en el próximo mes de abril los paraguayos deben elegir un nuevo
presidente. Todo lo otro, para variar, es especulación, mera utilización de un
lenguaje político de la década del ‘70 para convalidar las satrapías del siglo
XXI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario