De siete a diez paraguayos de entre dos meses y 15 años de edad ingresan diariamente al hospital Garrahan de Buenos Aires en busca de atención médica gratuita. El viaje hasta el vecino país no solo requiere un sacrificio económico sino también trae consigo el desarraigo. Así lo revela una enfermera compatriota que lleva prestando sus servicios en ese centro asistencial desde hace un cuarto de siglo.
Nació en nuestro país hace 58 años, 25 de ellos ha dedicado su vida al hospital “Juan Pedro Garrahan” de Buenos Aires. De raíces paraguayas, Marisa –como todos la conocen- se crió en Argentina, es viuda y tiene dos hijos. Su acento porteño la deja en evidencia, pero su guaraní está intacto.
Su padre falleció hace pocos meses y su madre hace unos treinta años. Solo el cariño a la patria y la tenaz voluntad de ayudar a los compatriotas la unen a su tierra natal. Sus pequeños pacientes, forman parte de su ser. Hablar de ellos la conmueve y dibuja -al mismo tiempo- en su rostro una sonrisa cargada de satisfacción.
“Les digo: ‘neporã ndemita'i. Rohayhu’ y ahí ya entran en confianza. Sé de las necesidades de nuestra gente. Somos únicos nosotros los paraguayos. Un carisma especial tenemos los paraguayos. Toda la vida he hecho pediatría. Eso hace que yo ame demasiado, siento que pertenezco a este país por más de que yo no crecía acá y el otro país me haya dado todo. Yo digo que por mi sangre fluye la sangre guaraní y en mi corazón, la bandera roja, blanca y azul. Eso hace que trabaje para ellos”, relata la licenciada María Isabel Valiente al recordar a los niños compatriotas, asistidos en el Garrahan.
PARAGUAYOS EN UN HOSPITAL EXTRANJERO
Al menos unos siete paraguayos, de entre dos meses y 15 años de edad, y con diferentes patologías ingresan al centro asistencial bonaerense diariamente.
“En el hospital hay 680 camas y hay al menos 60 pacientes paraguayos internados. Es decir, el diez por ciento de la capacidad total. Y mi compañera me dice: ‘Che Marisa, tengo seis pacientes y los seis son paraguayos y hablan en su idioma. Y ya no sé si estoy en mi Argentina, en mi hospital o si estoy en otro hospital trabajando’. Y yo le digo: ‘dejale’”,refiere sonriendo.
Los compatriotas abandonan Paraguay con un solo objetivo: la atención médica gratuita.“Todos los chicos tienen atención por más de que sean paraguayos. Sí tenemos que tramitarle el documento precario, con eso ellos tienen acceso a los medicamentos, a las consultas a las cirugías, a los estudios”, acota. Ese papel implica que realicen trámites tanto en el Consulado como en Migraciones, y tiene una validez de 90 días. Sin embargo, ese lapso de tiempo a veces es insuficiente para el periodo de tratamiento y/o trasplante. En ese caso, se puede conseguir un documento argentino en estatus de extranjero.
Nunca ha sido ameno para un niño estar a 1.800 kilómetros de casa. Optar por la salud en el extranjero trae consigo un sin número de dificultades. En este punto, Marisa no olvida que la esencia de todo paraguayo está en el apego a los seres queridos. Por eso, no oculta su preocupación porque la salud de los pequeños pacientes obliga –necesaria y desafortunadamente- a romper los lazos familiares.
“Los niños padecen muchísimo el desarraigo, es muy feo para ellos. Le sacás su entorno, su familia, porque nunca van papá y mamá, va papá o va mamá. Después de los trasplantes que es muy traumático, uno intenta reintegrarlo a la sociedad porque el Gobierno paraguayo no se hace cargo de los medicamentos de esos chicos por sobre todo los trasplantados”,explica la Licenciada.
En un momento, su fortaleza se quiebra y su sensibilidad da lugar a las lágrimas. Los primeros recuerdos de casos fatales inundan su mente. “Creo que lo más triste es que, cuando fallecen no tenemos como traerles a nuestros niños, porque no hay ambulancia, no hay presupuesto, porque la familia no tiene dinero y a veces hasta 40 días están en la heladera los chicos, hasta que consigamos la solidaridad de nuestra gente, hacemos lo que decimos ‘la vaquita’ para conseguir el dinero para poder traerlos. Los padres, luchan. Creo que esa parte es la más dolorosa porque no están los dos juntos. Está uno solo. El que estuvo allá vio la cara de su hijo. Y el que está acá y lo encuentra en el cajón y ya no se puede abrir ese cajón”, señala.
Se muestra indignada ante la burocracia y la falta de recursos, especialmente para la repatriación de los cuerpos. “Se tienen que cambiar algunas cosas. No sabés si el paciente se te va a morir o no y la familia que está acá tiene que iniciar el trámite. Si se muere viernes, tenés toda una semana para hacer los trámites. El dolor de esos padres. (…) Se necesita una ambulancia para el Consulado, para trasladar a los pacientes. Lo de Repatriados es mucho trámite. Necesitamos que la ministra –Esperanza Martínez- se involucre más en las actividades”, menciona.
UNA REALIDAD: MUCHAS NECESIDADES
La profesional lamenta también que muchos padres que acompañan a sus hijos al hospital Garrahan, abandonan su trabajo. Indicó que en la mayoría de los casos, muchos pierden sus puestos ante la decisión de los patrones de no prolongar los permisos.
La preocupación movió a la paraguaya a escribir una carta al senador colorado Orlando Fiorotto, a quien tuvo la oportunidad de conocer en Argentina, cuando este se desempeñaba como embajador. Pide la creación de un proyecto de ley que permita ayudar a los padres de los niños que concurren al centro asistencial bonaerense.
“Le dan 20 días de permiso a los padres, si no vuelven en esos 20 días ya pierden su trabajo. Entonces, yo lo que quería era pedirle al senador que la Cámara de Senadores, que busquen un mecanismo para que el que va a la Argentina a buscar algo, alguna esperanza de salud, de vida para sus hijos, pueda tener una oportunidad de que si ya perdía a su hijo, perdía su trabajo también, perdía todo y lo que le solicité al senador es que busque un proyecto de ley para que se pueda ampliar ese plazo. No es que sea para todos. Es para esos chicos que van para trasplante”, manifiesta.
En tierras extranjeras, el desamparo también ocupa un espacio. “El grave problema es la gente que se va de acá para buscar salud: no tienen que comer, no tienen donde estar, no tienen familia”, declara.
Se aventura a afirmar que el problema en el vecino país no son los inmigrantes sino los compatriotas que viajan en busca de salud gratuita.
En este punto, comenta que existe una ley llamada “De ayuda solidaria”, que permite el envío –por parte del Estado Paraguayo- de entre US$ 30 a 40 mil dólares para las necesidades de los migrantes residentes en Argentina, Brasil, España y Estados Unidos. No obstante, la Licenciada asegura que en algunas ocasiones, el desembolso se realiza tardíamente, dificulta la ayuda y a veces, hasta resulta insuficiente. “Es un dinero que envía el Estado Paraguayo, y es el que toma la decisión de a quién se le va a dar el dinero. No se puede hacer ayuda solidaria detrás de un escritorio, a miles de kilómetros”, ratifica.
“Entre ellos se ayudan, la solidaridad del pueblo paraguayo no se puede asemejar a ninguna solidaridad. El sufrimiento hace que seamos más solidarios”, dice la profesional.
Marisa ya es conocida por los compatriotas que van al Garrahan, tanto, que al llegar, todos se ponen en contacto con ella. “Son tantos los pacientes que tengo. También formo parte de la Red Solidaria Nacional de Cáritas de los profesionales de la salud. Eso me ayuda un montón para poder asistirlos a ellos. Y es tanta la necesidad que hay, llegan por todos lados. (…) Van y me buscan. Yo también corro riesgo con mi trabajo porque voy a todos lados con ellos. Así puedo ayudarlos no solo en el hospital, sino también en Casa Cuna y el hospital Ricardo Gutiérrez”, declara.
Desde su puesto, la enfermera ratifica su compromiso con sus hermanos paraguayos y en parte con su patria. Su voluntad es imbatible pero insta a las autoridades locales a priorizar la salud pública fundamental, al igual que la educación, para el progreso de un pueblo. “Si un país no le da salud a los niños, no va a tener futuro con los jóvenes. Ni juventud”, señala finalmente. Fuente ABC. Color
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